Francisco 
                              Amighetti el pintor 
                              M. De la Cruz González Luján 
                              Marzo de 1967 
                               
                               Versión 
                              para imprimir   
                              Haga click aqui 
                           
                              
                            AMIGHETTI 
                            Ministerio de Cultura Juventud y Deportes 
                            Museo de Arte Costarricense 
                            Exposición Retrospectiva y Contextual 
                          
                          FRANCISCO AMIGHETTI 
                            aparece en la pintura costarricense con el signo del 
                            precursor, del pionero de sensibilidad y vocación 
                            irreductibles. Se inicia en el arte en un ambiente 
                            hostil y sordo cuando dedicarse a pintar requería 
                            una insoslayable inclinación y una valentía 
                            a prueba capaz de afrontar la mal disimulada compasión 
                            hacia una juventud que se malogra en el "juego 
                            de hacer muñequitos", cosa aceptable como 
                            adorno de señoritas bien y no como profesión 
                            de hombres. Campeaban aún las credenciales 
                            esclavas de un primitivo y precario ancestro campesino. 
                            Había algo de héroe y de santo en quienes 
                            obedecían por encima de todo a su fatal predestinación. 
                          No sé 
                            ni creo que interese, dónde y cuándo 
                            AMIGHETTI aprendió a pintar porque si se es 
                            no se aprende, simplemente se manifiesta y encauza. 
                          En la revisión 
                            de mis recuerdos, de un acertado caricaturista AMIGHETTI 
                            salta a la pintura, corren los últimos años 
                            de la década de los veinte. Más y mejor 
                            informado que otros sucumbe ante la forma momparnasiana 
                            introduciendo el cubismo picassiano en Costa Rica. 
                            Produce entonces una serie de dibujos y pequeños 
                            cuadritos en los que se manifiesta la vanguardia renovadora. 
                            Su audacia, sin embargo, no había de durar. 
                            Sus viajes por la América del Sur y sobre todo 
                            por México, pusieron bien pronto de manifiesto 
                            la verdadera naturaleza humanista del pintor, y sigue 
                            desde entonces la tradición americanista y 
                            social propuesta por los muralistas mexicanos, una 
                            combinación folklorista, dialéctica 
                            y a veces pintoresca en la intención y en lo 
                            formal, una combinación del "cuatrocento" 
                            y del renacimiento italiano, imbuida del expresionismo 
                            y sobre todo del realismo mágico que campeaban 
                            en Europa, pero con una fuerza telúrica tan 
                            auténtica que es capaz de crear una escuela 
                            americana definida. 
                          Al efecto es 
                            bueno recordar que son México y Cuba los únicos 
                            países americanos capaces de exhibir una escuela 
                            plástica propia nacida de sus raíces 
                            ancestrales y acomodada a su realidad histórica. 
                          De los muralistas 
                            mexicanos, Orozco el filósofo, Siqueiros el 
                            revolucionario y Ribera, el folklorista histórico, 
                            AMIGHETTI experimenta la presión de este último 
                            en mayor grado. Tamayo en cambio, el eslabón 
                            entre el presente y el pasado, no ejerce ninguna influencia 
                            en él. Esto de las influencias es no sólo 
                            natural sino necesario. Picasso decía que en 
                            nuestra época es difícil encontrar a 
                            alguien que no sufra influencias de alguien ya que 
                            éstas o el aprovechamiento de los descubrimientos 
                            es lo que constituye en suma el progreso, que lo que 
                            importa no es influenciarse, sino influenciarse bien. 
                          El arte de 
                            AMIGHETTI es limpio y sencillo, acusa una personalidad 
                            exacerbada y sensible, un poco literaria a veces pero 
                            no intelectual. Su dibujo de finísima y objetiva 
                            caligrafía recuerda los mejores pintores japoneses; 
                            Utamaro, Hokusay y hasta Fujita el japonés 
                            parisino. Su pintura es sobria, de leve modelado y 
                            atemperado colorido como conviene a la pintura mural, 
                            aún sus últimas producciones francamente 
                            surrealistas o expresionistas. 
                          De México 
                            trae también AMIGHETTI su pasión y maestría 
                            en el grabado en madera, hasta el punto de definirlo 
                            como el primero y el mejor de los grabados costarricenses, 
                            así como del Japón la delicadeza sutil 
                            de sus acuarelas. A cada paso, en el dibujo, en la 
                            madera, en el aguafuerte o la pintura sus obras dan 
                            fe de una íntima vivencia, auténtica 
                            y superior. De Centroamérica, de Suraméríca, 
                            de México trae el mismo bagaje documental inconfundible 
                            de su pasión por la tierra y su color a través 
                            de los hombres. Va a los Estados Unidos, vive en Thaos 
                            y vuelve trayendo un puñado de grabados y dos 
                            libros. Es una vida dedicada cada vez con mayor júbilo 
                            y ahínco al arte. Se perfecciona, se purifica 
                            y sus grabados en madera alcanzan categoría 
                            de obras maestras. Está tan unida su obra a 
                            su vida toda, es tan consubstancial con el hombre, 
                            que a la pregunta de ¿Cómo es Paco Amighetti? 
                            , yo contestaría: como su obra, pulcro, fino, 
                            delicado, sin estridencias ni rencores, con la carne 
                            abierta como una llaga viva a la emoción y 
                            al mensaje plástico y viviente de la naturaleza. 
                          Pocos creo 
                            yo han logrado penetrar tan certeramente en la dulce 
                            humildad de nuestros campesinos viejos, en el recoleto 
                            recogimiento sin dolor y sin prisa de las calles provincianas, 
                            en la mansa penumbra de nuestras iglesias sin oro 
                            ni opulencia. Con Teodorico Quirós, AMIGHETTI 
                            es el más fiel y entrañable de los pintores 
                            costarricenses y cuando se llega a esta luminosa cima 
                            el arte se torna universal y permanente como lo es 
                            la huella de hombre sobre el polvo. FRANCISCO AMIGHETTI 
                            pinta con la tierra, habla con la voz de los hombres 
                            y las cosas, es un verdadero místico sin claudicaciones 
                            ni arrepentimientos, encarna una de las más 
                            hermosas páginas del arte costarricense. 
                           
                           
                            
                               |