Con la poesía 
                            y la pintura de Francisco Amighetti   
                             Por Arturo 
                              Echeverría Loría 
                              LA NACIÓN 
                              DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 1955 
                               
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                            "En Riverside y 
                            desde mi ventana se veía el Hudson con sus 
                            vaporcitos anclados. Así comienza Francisco 
                            en Harlem", libro de Amighetti publicado en México, 
                            en Ediciones Galería de Arte Centroamericano, 
                            en el año de 1944. Además de una prosa 
                            impresionante por su contenido angustioso, hay treinta 
                            grabados en madera que ilustran los temas que el poeta-pintor 
                            describe en su relato: la vida solitaria de un artista 
                            en el Barrio negro de New York, Harlem, y está 
                            presente en el libro y los grabados, esa soledad que 
                            sólo se siente en las grandes ciudades abigarradas 
                            de sombras y silencios; de parques y de ruidos, de 
                            calles y de tristezas, diseminadas como las hojas 
                            en el Otoño sobre las veredas del Central Park, 
                            bajo la luz de las ventanas de los rascacielos como 
                            miles de ojos dorados. Y esos ojos dorados de las 
                            ventanas, y las ventanas de los grandes hoteles, las 
                            de los sórdidos Boarding Houses y de las casas 
                            de vecindad y de los oscuros bares, obsesionan a través 
                            del libro a Francisco Amighetti, y no sólo 
                            en esta obra, sino también, en varios de sus 
                            poemas de estructura sencilla en los que evoca la 
                            humilde vida de provincia, la obsesión de la 
                            ventana se revela palpablemente." 
                          ¿Es 
                            el pintor que enmarca el paisaje que lentamente cambia 
                            en el tiempo, o es el poeta, que en la ventana ve 
                            la libertad de pensamiento y de líricos vuelos 
                            por donde escapa su sentimiento creador? En esta dualidad 
                            artística que es Francisco Amigheiti, es difícil 
                            dar a este simbolismo da la ventana una definición 
                            acertada. Creemos que la ventana en Amigheiti no es 
                            un escape, sino el deseo profundo del pintor de retener 
                            lo que cambia, lo que se va, lo que muere en agonía 
                            de luces y sombras dentro de un espacio limitado, 
                            por una parte, y por otra, el romántico mundo 
                            de la aventura que desata la imaginación cuando 
                            en la noche se enciende una luz y en la ventana se 
                            ve la figura cambiante da una mujer que se desnuda 
                            o los gestos de una pareja de enamorados que como 
                            siluetas chinescas o de linterna mágica se 
                            proyectan en la pantalla del cielo. De cualquier manera, 
                            la ventana está presente en su poesía 
                            en su grabado y en su pintura junto con el puro lirismo 
                            de sus creaciones. Francisco Amighetti responde plenamente 
                            a la tendencia lírica en la pintura costarricense. 
                            Es profundamente plástico y sutil, rica es 
                            su paleta en armonías y en sus acuarelas hay 
                            tonalidades transparentes, definidos acentos de carácter 
                            en la captación de nuestro paisaje campesino 
                            sin complicaciones. 
                          De sus viajes 
                            por Centro, Sur América y México, ha 
                            retenido certeras visiones conseguidas en óleos, 
                            dibujos, acuarelas y grabados y en sus notas poéticas, 
                            que han universalizado su arte, la claridad de su 
                            poesía, que canta sin ostentaciones con una 
                            voz profunda con acento de alma, sobre el musgo o 
                            un filtro de piedra, sobre una puesta de sol, o un 
                            camino, o envuelve el recuerdo del amor, entre sombras 
                            nostálgicas, formadas de unas palabras, suaves 
                            como los colores, líricas como el sonido del 
                            viento entre los árboles, se estampa, deja 
                            su huella en el dibujo fino como la hoja del sauce 
                            en una pintura china, o en el grabado, en que la madera 
                            cobra vida, para manifestarse como en los grabados 
                            de “Francisco de Harlem”, que parecen 
                            hechos más que con el filo de las gubias, con 
                            incendiadas hojas forjadas entre las llamas del infierno. 
                            Sus grabados están llenos de ironía, 
                            de humildad y de soberbia y los envuelve en esa poesía 
                            cotidiana que ronda por dos barrios bajos de las grandes 
                            ciudades y que junto al que quiere esconder la noche 
                            en su ventana, se encuentra la muerte, con reminiscencias 
                            de las de Hans Holbein, que invitan al vino y al amor, 
                            o se ve a la solterona y al perro pasear su aburrimiento 
                            por los caminos de un parque. Hay en general en el 
                            grabado de Amighetti, una ironía muy sutil, 
                            qué es tristeza y angustia, porque Amighetti 
                            ha llegado al conocimiento de los que todo lo saben, 
                            porque ya sus ojos han visto mucho y saben ver y dejar 
                            constancia de lo sencillo, de lo que pasa inadvertido 
                            pero que tiene honda repercusión humana; y 
                            esto ha movido su lírica cuerda de poeta pintor, 
                            hasta vibrar en colores y palabras que responden a 
                            lo que muchos sentimos pero no sabemos expresar; a 
                            ese dolor o a esa alegría de todos los días, 
                            humilde como una brisna de césped, clara como 
                            una gota de rocío, luminosa como una luciérnaga 
                            que manda sus pequeños mensajes de luz a la 
                            rosa que quiere enamorar. 
                          Los temas que 
                            más han sido tratados en pintura por Amighetti, 
                            son de carácter popular; el santero con su 
                            arte primitivo, e ingenuo, el pórtico de una 
                            iglesia, en que el campesino se arrodilla para oír 
                            la misa, mientras cuida, puesto un ojo en Dios y otro 
                            en la tierra, del caballo amarrado junto a la cerca; 
                            las mujeres en las rocas en la orilla del río, 
                            esbeltas, con sus senos en actitud da emprender e1 
                            vuelo o como lanzas saeteando el aire de deseos; hay 
                            en estos óleos de Francisco Amighetti un sentimiento 
                            religioso, profundo y patente que los envuelve, que 
                            sale de adentro de su pintura, y que le revela contornos 
                            místicos, que la hacen y la configuran y la 
                            exponen dentro de una religiosidad sin complicaciones 
                            que el pueblo comprende y siente. 
                          Hace muchos 
                            años, cuando apenas conocíamos a Francisco 
                            Amighetti, ya teníamos noticias de su destreza 
                            para la caricatura, renglón de su vida artística 
                            dejado en las orillas de su juventud. Fue por otros 
                            caminos que se lanzó su imaginación 
                            creadora hasta alcanzar madurez intelectual, y a Amighetti 
                            se le deben no solamente obras de valor literario 
                            en el campo de la poesía y de la crítica 
                            pictórica, sino también en el fresco. 
                          La pintura 
                            mural ha tenido en él a uno de sus iniciadores 
                            en esta tierra. Su cultura pictórica lo llevó 
                            al estudio del muralismo desde hace algunos años 
                            y ya hay murales de Amighetti en varios edificios; 
                            escenas de sabor autóctono llevados con maestría 
                            al muro, con sobriedad en el color y en el tema, tal 
                            como es Amighetti, el autor, de complicada sencillez, 
                            producto de su inteligencia cultivada en las disciplinas 
                            del arte, y de su condición de hombre de letras, 
                            poeta y ensayista. 
                            En sus "Meditaciones Estéticas" Guillermo 
                            Apollinaire dice: "los grandes poetas y los grandes 
                            artistas tiene por función social renovar sin 
                            cesar la apariencia que la naturaleza reviste a los 
                            oíos de los hombres". 
                          Sin los poetas, 
                            sin los artistas, los hombres se hastiarían 
                            pronto de la monotonía natural...". Ese 
                            es precisamente el milagro del arte, que consciente 
                            o inconscientemente tenemos que aceptar, ya que la 
                            verdad de la belleza, de las cosas creadas por la 
                            mano del hombre; de la palabra, del color o de la 
                            piedra transformada en escultura, van modelando nuestras 
                            vidas, dejando sentimientos que no existían 
                            en el alma o que apenas esbozados, se asomaban a nuestras 
                            emociones, confundiendo la monotonía natural 
                            y revelándola bajo otros aspectos y otros ángulos, 
                            cuyas luces y sombras desconocidas la animan y nos 
                            re¬animan, nos infunden nueva vida y en esta nueva 
                            vida, vivimos; revivimos a su contacto. Eso es el 
                            arte y es por ello que Amighetti, por su dedicación, 
                            su asombroso modo de quitar la monotonía natural 
                            a las cosas en el dibujo, la pintura al óleo, 
                            el grabado y el mural, siempre nos sorprende; nos 
                            conduce por caminos desconocidos hasta las puertas 
                            del infierno, o nos lleva a la entrada luminosa del 
                            cielo que se esconde en el sexo vegetal de las orquídeas. 
                            El sabe ver y por eso no nos pierde, porque todo lo 
                            que hace responde a una razón estética 
                            ya bien definida en su obra plástica y literaria 
                            de un acendrado lirismo. 
                          Francisco Amighetti 
                            lleva a cuestas un morral de poesía y de finas 
                            observaciones sobre las cosas que encuentra en las 
                            encrucijadas de todos los caminos. Es él quien 
                            descifra los mensajes escritos en el agua, y acaricia 
                            el paisaje como si fueran los senos de una mujer desnuda 
                            y le imprime a todo señales y trazos de belleza, 
                            eterna y sencilla. 
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